Una enorme portalada de piedra y su antiguo portón de madera dan acceso a esta unidad de alojamiento de veinte plazas. 

Donde, una vez en el interior de sus murallas, apreciará los torreones de la antigua torre defensiva que fue originariamente, a finales del siglo XV. 

Ya en su interior, será acogido en un recibidor a doble altura en el que quedará embaucado por el arco gótico que preside la entrada al salón principal y el mirador superior de madera de roble que envuelve el espacio.

A todo ello se suman pequeños y cuidados detalles decorativos que le acompañarán a lo largo de todas y cada una de las estancias comunes y habitaciones, permitiéndole disfrutar de numerosos rincones agradables calefactados por suelo radiante y con amplias vistas al valle en su conjunto.